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viernes, 2 de septiembre de 2011

Montaigne siempre es un placer

Acaba de llegar a las librerías la traducción del libro de Sarah Bakewell Cómo vivir, o una vida con Montaigne, uno de los ensayos más celebrados en el mundo anglosajón de la temporada pasada.


En veinte amenos capítulos, nos habla de las diferentes respuestas que en sus 107 ensayos ofreció Michel de Montaigne sobre la cuestión principal: cómo vivir; respuestas que han fascinado a lo largo de cinco siglos a lectores tan diferentes, y en el fondo similares en su pasión por estar "en un rincón con un libro", como Pascal, Nietzsche, Emerson, Josep Pla, Stefan Zweig y muchos más.

Partiendo de la propia experiencia, pero diametralmente diferente a la opción cartesiana, y de la lectura apasionada de los clásicos griegos y latinos, Montaigne se retiró a escribir después de haber llevado una vida activa como hombre político, a caballo, como le captó Jean Lacouture. Con un epicureísmo latente, rechaza la cultura pesada, erudita, libresca en aras de una claridad vital, de una sencillez recomendable.

Nietzsche le elogió diciendo: "Que un hombre semejante haya escrito ha aumentado el placer de vivir en esta tierra". Seguramente, George Steiner, en el nuevo libro que aparece en noviembre sobre La poesía del pensamiento en la editorial New Directions, hará mención del francés, que en Ensayos II, 12 escribió que "los misterios de la filosofía tienen muchas cosas extrañas comunes a las de la poesía".

Como si fuera un protoblogger (y no en vano Bakewell empieza su libro hablando del narcisismo del siglo XXI, "en una pesca de media hora en el océano de blogs, twits", "millones de individuos fascinados por sus propias personalidades y gritando en busca de atención"), una frase famosa de los ensayos: "Todo está lleno de comentarios", parece una auténtica queja ante la mera marca individual, sin más transcendencia cultural que la frase de móvil "estoy aquí" o como la inscripción que vio Gombrowicz tallada a navaja en un Cristo de madera en una Iglesia de Argentina, "Te quiero, María. Lucas".

Como profesora de escritura creativa que es, Sarah Bakewell nos deleita con su frescura y su forma entretenida de recordarnos porqué Montaigne siempre es un placer.

José, de Laie Pau Claris

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