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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Inutilidad sin fin de la lectura


Se publica estos días en la editorial 451 la primera traducción de una obra del francés Charles Dantzig, ¿Por qué leer?, un ensayo ameno sobre la lectura, ejercicio narcisista



que a muchos lectores ni se les pasaría por la cabeza cometer, pero que a otros muchos les apasiona, sobre todo si produce obras de tal magnitud como Sobre la lectura de Proust, Leyendo, escribiendo de Julien Gracq, divertidísimas como Gracias por no leer de Ugresic, o políticamente intensas como Leer con niños de Santiago Alba Rico. En la solapa del libro leemos la provocación: "Leer es inútil. Por eso es una gran cosa".

Auténtico potlatch del espíritu, las miles de horas invertidas en una vida media de lector, más allá del surfing de la mirada y la imaginación por las olas de las páginas, van dejando posos de placer e intrigas diversas, otras veces la zanahoria perseguida a lo largo de los tomos no deja el sabor de boca esperado, y el lector va dibujando el claro perfil a evitar de "los malos libros", a cada uno toca decidir cuáles son y por qué razones.

En ese terreno hedonista, no nos tiene que extrañar que Dantzig fuera amigo de Bernard Frank, el gran periodista francés al que Joan de Sagarra no deja de rendir homenaje en cuanto tiene ocasión. Grasset reedita en octubre, Le dernier des mohicans, que Frank publicó en 1956, como una respuesta al existencialismo atormentado de Sartre, reedición que incluye un extenso prólogo-retrato de Dantzig sobre la importancia de Frank.

Este fenómeno curioso de nombres que hasta ahora habían sido desconocidos, y de repente empiezan a proliferar por sitios diferentes, no le será desconocido a ningún coleccionista de libros o experiencias lectoras. Yo estaba leyendo en el New Yorker de agosto un artículo sobre Rimbaud, y justo cuando está explicando el momento en que Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud, Daniel Mendelsohn, el autor de la inmensa Los hundidos (ed. Destino), escribe: "y como dice el agudo crítico Charles Dantzig, — entonces nuestro anarquista avisó a la policía".

José, de Laie Pau Claris

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