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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Las Cartas de Saul Bellow en Alfabia

Ha llegado a la librería el grueso y recomendable volumen que contiene una selección de cartas que Saul Bellow (1915-2005) escribió a lo largo de su vida; según el editor, Benjamin Taylor, cerca de dos quintas partes del total conservado.

Las setecientas páginas recogen unas 700 cartas, dirigidas a familiares, colegas escritores, etc, entre ellos Philip Roth, John Cheever, Alfred Kazin, Lionel Trilling, Martin Amis, a lo largo de unos 70 años: encontramos los diferentes rostros del escritor a lo largo de su vida, su energía exuberante, sus ansiedades, aunque curiosamente predomina una voz calmada, contrapié de la voz de sus novelas, en perpetua lucha frontal contra el mundo.

Inteligencia y vitalidad conjugadas, Bellow, al que se otorgó el premio Nobel de literatura en 1976, muestra en estas cartas al humor como una guía continua en su camino por la existencia, un aliado en su lucha contra la locura del siglo XX.

No en vano una de sus mejores novelas, Herzog (1964), está compuesta básicamente de cartas que el personaje dirige a todo tipo de personajes de su tiempo. Tienen un interés peculiar las cartas dirigidas a Owen Barfield, un seguidor de las ideas de Rudolf Steiner, frente al que se muestra humilde, como un aprendiz en busca de iluminaciones magistrales, pero finalmente la decepción aparece y abandona esa senda, incapaz de amoldar la anarquía de la vida a un sistema de ideas cerrado.

Un personaje curioso es Allan Bloom, al que rendiría homenaje en su última y magnífica novela, Ravelstein.

En la siempre difícil relación con la crítica literaria, Bellow escribirá en una de estas cartas: "lo único que puedo desear a los críticos es la crucifixión".


José, de Laie Pau Claris

viernes, 25 de noviembre de 2011

La magia de la realidad



Si Richard Dawkins fuera un héroe de cómic, podríamos llamarlo algo así como Atheistman, o Superateo en su versión castellanizada,



ya que su inquebrantable quimera por expandir el evolucionismo (o el ateismo directamente) no cesa y parece ser que no cesará.

Ahora, cansado quizás de chocar contra el fanatismo y la cabezonería de los adultos, ha decidido intentar alumbrar a los más pequeños con este libro, una pequeña joya donde Dawkins, inteligentemente, contrasta la mitología creada para explicar los hechos que no se sabían explicar con la ciencia que sí los explica, pero que no se ha sabido imponer. Así, capítulo a capítulo, con gran destreza narrativa y gran elocuencia, trata de que las futuras generaciones crezcan con la ciencia y la verdad como dogma. Ojalá lo consiga.

Mientras escribíamos estas líneas, nos hemos enterado de que la gran bióloga evolucionista Lynn Margulis, ha fallecido. Desde Laie queremos mostrar nuestro apoyo a su familia y rendir homenaje a su trabajo de la mejor manera que sabemos: divulgándolo.

Mario, de Laie Pau Claris

jueves, 17 de noviembre de 2011

Este noviembre se cumplen 200 años de la publicación de Sentido y sensibilidad de Jane Austen

Resulta fácil tener una opinión preconcebida de Austen. O es adorada por sus tramas románticas popularizadas en las adaptaciones cinematográficas o es odiada por su prosa densa.


Pero dejando a un lado el orgullo de los que creen saberlo todo de ella o el prejuicio de quien cree no necesitarlo, descubrimos una Austen que disecciona cada emoción con la precisión de una cirujana, y en sus descripciones detalla un retrato muy preciso de la época victoriana. Además, esta autora encierra una dicotomía muy interesante que pocos conocen.

Sus obras de más éxito Sentido y sensibilidad (1811), Orgullo y prejuicio (1813), Mansfield Park (1814), Emma (1815), La abadía de Northanger (1818) y Persuasión (1818) se caracterizan por una trama romántica, el crecimiento personal de las protagonistas femeninas y un final feliz. En su época y en la nuestra, esto suena a mainstream. Lo que no es tan conocido es que tiempo atrás Austen había empuñado su lápiz de forma excepcional en su Juvenilia —obras escritas en su juventud, como Los Watson (1804), Sanditon (1817) y Lady Susan (escrita en 1794 y publicada en 1805)— mucho más críticas con el sistema establecido.

Lady Susan es una hermosa viuda que flirtea sin parar y le hace la vida imposible a su hija para que se case con alguien a quien odia profundamente. La maldad de este personaje y su humor negro, junto con la elección de Austen de la novela epistolar convierten Lady Susan en toda una declaración de principios y un claro posicionamiento político. A finales del siglo XIX y principios del XX el género epistolar se identificaba con los sentimientos individuales, y por ende, el enaltecimiento del yo. Dar cabida a un personaje individualista, cruel y tan complacido consigo mismo puede leerse como un acto de rebelión. Un querer ir contra corriente dentro de la misma corriente. Para una mayor profundización sobre el tema os recomiendo el excelente estudio que lleva a cabo el Dr. David Owen en su obra Rethinking Jane Austen’s Lady Susan: The case for her ‘failed’ epistolary novella de la editorial Edwin Mellen Press Ltd (2010).

Como admiradora de esta dualidad en Austen, y apelando a vuestro buen gusto, os recomiendo que os alejéis de novelas parásito-mutantes con zombis o monstruos marinos y os invito a que os deleitéis con las ediciones especiales que han lanzado algunas editoriales como la de bolsillo de Sentido y sensibilidad de Random House Mondadori; Juicio y sentimiento de Alba Editorial, y Orgullo y prejuicio de Alianza, una próxima aparición en nuestra librería.

Si sois como yo y os fascinan los anti-héroes con un lado frágil os encantará redescubrir esta genial autora con su obra menos mainstream, y Lady Susan os seducirá por completo con su deliciosa maldad.

Alba, de Laie Pau Claris

lunes, 14 de noviembre de 2011

Objetos de veneración: Zadie smith en la jungla cultural

Cambiar de idea, de Zadie Smith, está formado por textos aparecidos en revistas como New Yorker y New York Review of Books o diarios como The Guardian, New York Times o The Sunday Telegraph.


Bajo cinco capítulos genéricamente titulados: Leer, Ser, Ver, Sentir, Recordar, en los 17 ensayos del libro nos va hablando de sus impresiones de lectora, escritora y cinéfila, de historias familiares y finalmente de un recuerdo emotivo del escritor David Foster Wallace, de quien es inminente la publicación de la traducción de una novela póstuma: El rey pálido (The Pale King), en Mondadori. En nuestra librería vendemos el magnífico discurso que éste hizo a los alumnos en un college de Ohio, en 2005, «This is water»,que incluye una frase que últimamente Eduardo Punset está utilizando como si fuera un tweet resumen de su pensamiento: "The capital-T Truth is about life before death".

En el prólogo, Smith cita una magnífica frase de Saul Bellow —del que está a punto de publicarse inminentemente en ediciones Alfabia un apasionante volumen de correspondencia con escritores y otros— "Puede haber verdades que estén del lado de la vida".

Zadie Smith habla de Kafka, de Nabokov, de Forster, hace de enviada a los Oscar de la Academia de Hollywood, recuerda a su padre, vemos las críticas de cine que escribió en 2006, y en el artículo «Dos direcciones para la novela» realiza ese arte tan díficil que es categorizar la nueva literatura, a partir de dos novelas de jóvenes escritores, Netherland y Remainder, de Joseph O'Neill y Tom McCArthy —quien también escribió y publicó en castellano Tintín y el secreto de la literatura, ahora que Spielberg ha embutido al héroe hergiano en un nuevo traje fílmico.

En el artículo que cierra el libro, «50 páginas sobre David Foster Wallace», realiza un tour de force crítico para ponerse a la altura del gran escritor americano que acabó sus días trágicamente.

Recomendamos vivamente las más de 400 páginas de este libro, encontraremos una inteligencia sensible y humorística, curiosa, y generosa con los artistas que le aportan placer, y noticias de libros estupendos.

José, de Laie Pau Claris

martes, 8 de noviembre de 2011

Las crónicas de la señorita Hempel

Beatrice Hempel, recién licenciada, da clases en un colegio privado estadounidense. Quizás debería establecer mayor distancia con sus alumnos pero no puede. No es protocolaria: es cercana y resuelta.


Consigue involucrar a sus alumnos en su propia educación. En lugar de ver a los chicos como recipientes vacíos que hay que ir llenando y de permitir que ellos se sientan como ganado hipnotizado, la señorita Hempel aprende cada día a ser maestra escuchando, observando y comprendiéndoles. También es verdad que al final no sabe quién aprende de quién o mejor dicho, desaprende. Mientras sus alumnos utilizan expresiones como "estar furibundo" o "ser irremediable", ella se pinta las uñas de azul celeste, comete faltas de ortografía y se expresa usando muletillas propias de adolescentes. Es una "guerra" en la que ella se encuentra en clara desventaja.

Siendo profesora de gramática les permite decir palabrotas en clase; es incapaz de enfadarse cuando alguien se tira un pedo, al contrario, le entra la risa; les permite preguntas directas y personales en la hora de educación sexual; le regalan ratas para su mascota, una boa constrictor llamada Márquez... Sin duda es una profesora claramente inusual.

Esta noche hay función en la escuela y Adelaide es la primera en actuar. Tiene una gran sensibilidad para el baile. Se ha hecho su propio vestido y también se ha encargado de la coreografía. La señorita Hempel está nerviosa, no se atreve a mirar por si algo va mal. Luego le toca el turno a Harriet que tiene preparado un truco de magia, Edward tocará el diyiridú... Saldrá todo bien, seguro.

Las crónicas de la señorita Hempel son ocho relatos. Relatos del día a día en la escuela y fuera de ella, de cuando era pequeña y jugaba con su hermano al juego del Criado, de como su padre la recogía en coche para llevarla a casa, de cuando descubrió la música rock, de su prometido Amit, de su reciente embarazo... De como sin darse cuenta la enseñanza la atrapó. Con una gran habilidad en las descripciones de los personajes y las situaciones, esta sencilla historia contiene la justa medida de frescura, nostalgia, tristeza y ternura que hace de este libro una lectura más que recomendable.


Cèlia, de Laie Pau Claris