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viernes, 30 de septiembre de 2011

Libertad de Jonathan Franzen

Se han publicado muchas reseñas de Libertad y se ha promocionado en muchos países desde que se publicó en Estados Unidos y Obama la recomendó. La acabo de leer y tengo que decir que no me ha defraudado, sino todo lo contrario.

La obra gira en torno de sus personajes principales, Walter Berglund y Patty, un matrimonio con dos hijos que ha conseguido una posición acomodada y son socialmente reconocidos. Este planteamiento inicial pronto se resquebraja cuando empezamos a conocer los deseos, secretos y miedos que nunca han querido manifestar. Franzen disecciona sus vidas y las de otros personajes que tendrán un peso específico en la obra por la estrecha relación que tienen con ellos: Richard, el mejor amigo de Walter, Lalitha, su colaboradora, y Joey, su hijo.

Libertad es una gran novela psicológica, donde se cuestiona los valores como la familia, el amor, la amistad, la política, etc. Quizás sea verdad que, como dicen, tenemos en las manos la gran novela americana. Vosotros, amigos lectores, seréis quienes lo vais a decidir! Os animo a leerla.

Conxa, de Laie Pau Claris

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Inutilidad sin fin de la lectura


Se publica estos días en la editorial 451 la primera traducción de una obra del francés Charles Dantzig, ¿Por qué leer?, un ensayo ameno sobre la lectura, ejercicio narcisista



que a muchos lectores ni se les pasaría por la cabeza cometer, pero que a otros muchos les apasiona, sobre todo si produce obras de tal magnitud como Sobre la lectura de Proust, Leyendo, escribiendo de Julien Gracq, divertidísimas como Gracias por no leer de Ugresic, o políticamente intensas como Leer con niños de Santiago Alba Rico. En la solapa del libro leemos la provocación: "Leer es inútil. Por eso es una gran cosa".

Auténtico potlatch del espíritu, las miles de horas invertidas en una vida media de lector, más allá del surfing de la mirada y la imaginación por las olas de las páginas, van dejando posos de placer e intrigas diversas, otras veces la zanahoria perseguida a lo largo de los tomos no deja el sabor de boca esperado, y el lector va dibujando el claro perfil a evitar de "los malos libros", a cada uno toca decidir cuáles son y por qué razones.

En ese terreno hedonista, no nos tiene que extrañar que Dantzig fuera amigo de Bernard Frank, el gran periodista francés al que Joan de Sagarra no deja de rendir homenaje en cuanto tiene ocasión. Grasset reedita en octubre, Le dernier des mohicans, que Frank publicó en 1956, como una respuesta al existencialismo atormentado de Sartre, reedición que incluye un extenso prólogo-retrato de Dantzig sobre la importancia de Frank.

Este fenómeno curioso de nombres que hasta ahora habían sido desconocidos, y de repente empiezan a proliferar por sitios diferentes, no le será desconocido a ningún coleccionista de libros o experiencias lectoras. Yo estaba leyendo en el New Yorker de agosto un artículo sobre Rimbaud, y justo cuando está explicando el momento en que Verlaine le pegó un tiro a Rimbaud, Daniel Mendelsohn, el autor de la inmensa Los hundidos (ed. Destino), escribe: "y como dice el agudo crítico Charles Dantzig, — entonces nuestro anarquista avisó a la policía".

José, de Laie Pau Claris

lunes, 19 de septiembre de 2011

El hombre que amaba a los niños



Se edita finalmente en castellano la novela de culto de Christina Stead El hombre que amaba a los niños, publicada en 1940.





El verano pasado, Jonathan Franzen, en un artículo extenso en el New York Times, explicaba los placeres de una relectura reciente. Uno de sus mejores amigos, el malogrado David Foster Wallace, había hablado varias veces en sus cursos en Pomona de esta curiosa novela de la escritora australiana (1902-1983). Aquí se puede ver su ejemplar anotado de la novela junto con otras, tal como estan en el archivo en la University of Texas:


De hecho, y como a veces ocurre con los libros, no fue hasta que Randall Jarrell (el poeta que escribió algunos de los mejores artículos de crítica literaria del siglo XX, varios sobre el poeta Robert Frost, y casi totalmente desconocido en nuestro país) prologara la obra en una reedición de 1965, cuando se difundió su gran calidad literaria, merecedora de estar entre las grandes novelas del siglo XX; otra gran novela sobre la familia, esa estación orbital de la vida humana, donde el avistamiento de estrellas fulgurantes y de maravillosas rotaciones, el aprendizaje del alfabeto del cosmos se mezcla con el peligro potencial de la falta de oxígeno y los meteoritos letales en cruel clinamen.

Una gran recuperación, en la linea de lo que muchas pequeñas editoriales estan intentando —y alguna grande, a veces, también.

José, de Laie Pau Claris

viernes, 2 de septiembre de 2011

Montaigne siempre es un placer

Acaba de llegar a las librerías la traducción del libro de Sarah Bakewell Cómo vivir, o una vida con Montaigne, uno de los ensayos más celebrados en el mundo anglosajón de la temporada pasada.


En veinte amenos capítulos, nos habla de las diferentes respuestas que en sus 107 ensayos ofreció Michel de Montaigne sobre la cuestión principal: cómo vivir; respuestas que han fascinado a lo largo de cinco siglos a lectores tan diferentes, y en el fondo similares en su pasión por estar "en un rincón con un libro", como Pascal, Nietzsche, Emerson, Josep Pla, Stefan Zweig y muchos más.

Partiendo de la propia experiencia, pero diametralmente diferente a la opción cartesiana, y de la lectura apasionada de los clásicos griegos y latinos, Montaigne se retiró a escribir después de haber llevado una vida activa como hombre político, a caballo, como le captó Jean Lacouture. Con un epicureísmo latente, rechaza la cultura pesada, erudita, libresca en aras de una claridad vital, de una sencillez recomendable.

Nietzsche le elogió diciendo: "Que un hombre semejante haya escrito ha aumentado el placer de vivir en esta tierra". Seguramente, George Steiner, en el nuevo libro que aparece en noviembre sobre La poesía del pensamiento en la editorial New Directions, hará mención del francés, que en Ensayos II, 12 escribió que "los misterios de la filosofía tienen muchas cosas extrañas comunes a las de la poesía".

Como si fuera un protoblogger (y no en vano Bakewell empieza su libro hablando del narcisismo del siglo XXI, "en una pesca de media hora en el océano de blogs, twits", "millones de individuos fascinados por sus propias personalidades y gritando en busca de atención"), una frase famosa de los ensayos: "Todo está lleno de comentarios", parece una auténtica queja ante la mera marca individual, sin más transcendencia cultural que la frase de móvil "estoy aquí" o como la inscripción que vio Gombrowicz tallada a navaja en un Cristo de madera en una Iglesia de Argentina, "Te quiero, María. Lucas".

Como profesora de escritura creativa que es, Sarah Bakewell nos deleita con su frescura y su forma entretenida de recordarnos porqué Montaigne siempre es un placer.

José, de Laie Pau Claris